Comentario
El rescate directo de los testimonios prehispánicos en nahuatl
Cabe decir que varios de los códices de que se ha hablado que se debieron en muchos casos a personas o grupos de ellas que, bien sea en la época prehispánica o en los años que siguieron a la Conquista, continuaron elaborando a su manera tradicional manuscritos relacionados con sus creencias, cómputos calendáricos, rituales y recordaciones de determinados acontecimientos de su propio pasado. Ahora bien, además de tales formas de actuar, que se sitúan más plenamente en el contexto de la cultura nativa, hubo en las décadas que siguieron al enfrentamiento con los hombres de Castilla otros géneros de preocupación enfocados al rescate de la cultura intelectual del México antiguo.
Un primer intento de preservar textos del mundo indígena de la región central de México data de los años comprendidos entre 1528 y 1530. Algunos sabios indígenas que habían ya aprendido el alfabeto latino, gracias tal vez a la enseñanza de frailes como Pedro de Gante o de los otros doce que primero llegaron a la Nueva España, redujeron a letras la explicación, comentario o lecturas de varios anales históricos. Estos textos, escritos en papel indígena, se conservan actualmente en la Biblioteca Nacional de París y se conocen como Anales de Tlatelolco, o Unos anales históricos de la nación mexicana. En este manuscrito, de fundamental importancia, se contienen las genealogías de los gobernantes de varios centros prehispánicos, Tlatelolco, México-Tenochtitlan y Azcapotzalco, así como la más antigua versión indígena de la conquista española. A lo largo de las varias secciones que integran este manuscrito perdura el registro de algunos signos jeroglíficos y se da también cabida a la transcripción de varios cantos y otras composiciones poéticas12.
Se debe a un franciscano llegado a México en 1528, fray Andrés de Olmos, otra temprana empresa de rescate documental. Obtuvo él de su consulta con ancianos un número considerable de huehuetlahtolli, testimonios de la antigua palabra. Son discursos que se pronunciaban en ocasiones especialmente significativas: invocando a la suprema deidad, cuando ocurría la muerte del gobernante o tlahtoani, al elegirse a su sustituto, en ocasión del nacimiento de un niño, ante los recién casados, a modo de consejos que daban los padres y madres a sus hijos e hijas, pláticas morales de los maestros a los educandos en las antiguas escuelas. Recogidos de labios de los ancianos sobrevivientes, que los habían memorizado sobre la base de sus códices, y que los habían repetido por tradición oral sistemática en la época prehispánica, su valor es muy grande para el estudio del pensamiento nahuatl. Varias colecciones de estos huehuetlahtolli se conservan en las bibliotecas nacionales de México, Madrid, París, y del Congreso de Washington.
Más fructífera aún que la labor recopiladora de Olmos fue la que, a través de varias décadas, realizó fray Bernardino de Sahagún. Había llegado éste a México en 1529. Empeñado en penetrar en la conciencia indígena, dispuso un elenco que incluyó cuestiones tocantes a los diversos aspectos de la cultura prehispánica, ya que como él mismo lo notó, quiso inquirir acerca de las cosas divinas o por mejor decir idolátricas, y humanas y naturales de esta Nueva España13. En esta empresa trabajó asistido por discípulos suyos, antiguos estudiantes indígenas del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. Ganándose la confianza de quienes iban a ser sus informantes, recibió de ellos sus testimonios, acompañados generalmente de antiguos manuscritos. Gracias al trabajo de Sahagún, de sus estudiantes y de los que le transmitieron los antiguos relatos y otras composiciones, obtuvo uno de los caudales más ricos en el campo que aquí nos interesa. Así transcribió entre otras cosas los Veinte himnos de los dioses, antiguos discursos, proverbios y refranes, doctrinas religiosas, mitos y leyendas, lo tocante al calendario, las fiestas a lo largo del mismo, las costumbres de los señores, textos donde se describen las profesiones de los sacerdotes, las formas de actuar de los sabios, artistas, mercaderes; conocedores de plantas y animales y, en fin, otros muchos testimonios, todos ellos en nahuatl. El mismo Sahagún nos dice respecto del material que fue recogiendo que todas las cosas que conferimos, me las dieron los ancianos por pinturas, que aquélla era la escritura que ellos antiguamente usaban14. Aunque esta copiosa documentación en nahuatl estuvo a punto de perderse ya que le fue requerida a Sahagún por orden de Felipe II, los sesgos de la historia permitieron su preservación. Una copia de estos textos se encuentra actualmente en la Biblioteca Laurenciana de Florencia, y se conoce, por ello, con el nombre de Códice Florentino15. Los manuscritos más antiguos se conservan en Madrid. Son los que se nombran Códices Matritenses del Real Palacio y de la Real Academia de la historia16. Los empeños de Sahagún tuvieron además otras consecuencias. Algunos de sus discípulos indígenas continuaron por cuenta propia en la recopilación y conservación de textos. Conocemos los nombres de varios de estos sabios nativos: Antonio Valeriano de Azcapotzalco, Martín Jacobita y Andrés Leonardo de Tlatelolco, Alonso Begerano y Pedro de San Buenaventura de Cuauhtitlán. A ellos se debió la recopilación de otros varios códices y la transcripción de comentarios o lecturas de los mismos. Muestras muy importantes de estos géneros de realización son probablemente los manuscritos que se conocen como Anales de Cuauhtitlán y Leyenda de los Soles. En el primero de estos textos se conserva información copiosa que va, desde narraciones acerca de los orígenes cósmicos y las varias edades que han existido, y abarca asimismo etapas con acontecimientos que se sitúan desde el siglo VII d.C., hasta tiempos muy posteriores que llegan al momento de la conquista española. En estos Anales, además de reflejarse puntualmente la forma en que se comentaban los antiguos códices históricos, se incluyen también discursos, narraciones y cantares que pertenecen en el sentido más estricto a la literatura nahuatl17. Respecto de la llamada Leyenda de los Soles cabe decir que constituye otra muestra, de muy grande interés, de la forma cómo la antigua tradición oral sistemática preservaba lo que con representaciones pictográficas y jeroglíficas se contenía en los códices. Es éste uno de los textos de nahuatl más ricos para el estudio de lo que hoy puede describirse como mitología, visión del mundo y pensamiento religioso prehispánico.
El elenco de las producciones en las que se incluyen cantares y otros textos de interés para conocer esta literatura, abarca otros dos manuscritos, a los que importa hacer referencia de modo especial. En ellos se transcriben los dos conjuntos más ricos de cantares y poemas de la tradición prehispánica. Uno es el conocido como Colección de Cantares mexicanos, que se conserva en la Biblioteca Nacional de México. En sus 85 folios, recto y vuelto, se incluyen múltiples composiciones que, con la terminología del mundo clásico europeo, podrían describirse como de contenido lírico, épico, dramático... Quienes recopilaron esta colección, probablemente algunos de los antiguos estudiantes de Sahagún, dieron entrada en ella tanto a producciones que hoy nos resultan anónimas como a otras de autores cuyos nombres allí consignan. Así, este manuscrito permite acercarse a uno de los campos más interesantes de la expresión del hombre nahuatl18. Fuente que puede tenerse como complementaria de la anterior es la que recibió el curioso nombre de Romances de los Señores de la Nueva España, en 42 hojas, donde se transcriben numerosos cantares y poemas. Conservada actualmente en la Biblioteca Nettie Lee Benson de la Universidad de Texas, en Austin, formó parte del manuscrito debido al mestizo tetzcocano Juan de Pomar. Este fue autor de una relación geográfica de Tetzcoco, preparada, como otras muchas, en respuesta al ordenamiento que hizo circular Felipe II. Cabe pensar, por ello, que el mismo Pomar llevó a cabo esta recopilación. Prueba de que interesaban a Pomar estas composiciones poéticas es lo que en su Relación expresó: Esforzábanse los nobles y aun los plebeyos, si no eran para la guerra, para valer y ser sabidos, componer cantos en que introducían por vía de historia, muchos sucesos prósperos y adversos y hechos notables de los reyes y personas ilustres y de valer. Y el que llegaba al punto de esta habilidad era tenido y muy estimado, porque casi eternizaba con estos cantos la memoria y fama de las cosas que en ellos componían y por esto era premiado, no sólo del rey, pero de todo el resto de los nobles.19 Indicio de la difusión y arraigo que tuvieron muchos de los cantares de la tradición prehispánica en nahuatl lo proporciona el hecho de que varios de ellos se transcribieron tanto en la colección que hoy custodia la Biblioteca Nacional de México como en estos llamados Romances que preserva entre sus tesoros la citada Biblioteca de la Universidad de Texas en Austin. Ambas colecciones, juntamente con los poemas y cantos que se incluyen en obras ya citadas, entre ellas los Códices Matritenses, los Anales de Cuauhtitlán y la Historia Tolteca-Chichimeca, permiten valorar y disfrutar algo de lo más hermoso de la antigua palabra indígena. Resta añadir que, desde fines del siglo XVI y luego en las primeras décadas del XVII, hubo también varios indígenas o mestizos como Fernando Alvarado Tezozómoc, Chimalpahin Cuautlehuanitzin, Cristóbal del Castillo y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, que continuaron escribiendo diversas crónicas y relatos, con apoyo principalmente en documentos de procedencia prehispánica20. Aunque imbuidos a veces en la manera europea de escribir la historia, conservaron textos de origen prehispánico en su empeño de defender sus tradiciones, formas de vida e intereses ante el mundo español. Más tarde, durante los tiempos en que continuó ejerciéndose la autoridad virreinal, la expresión del hombre indígena, aunque no desapareció, se vio mucho más restringida y subsistió casi siempre de manera oculta.
Excepción principal fue la producción, ésta sí muy copiosa, de documentos de carácter legal que, por muchos años, continuaron escribiéndose en nahuatl. Abarcan éstos peticiones y demandas sobre todo tocantes a la propiedad y posesión de tierras; papeles de cofradías, testamentos, cartas, así como una amplia gama de escritos de contenido religioso21. Entre estos últimos merecen especial mención algunos relatos y producciones para ser representadas, cuyo tema es el de las apariciones de la Virgen de Guadalupe22. Y cabe añadir que el hilo de la expresión en nahuatl nunca llegó a romperse por completo. Esto es válido respecto de las comunidades en las que ha sobrevivido esta lengua, dispersas en muchos lugares de México. Situándonos en época contemporánea, puede decirse que se ha producido en los últimos años una cierta forma de renacimiento de la expresión literaria en nahuatl. Cada día son más los forjadores de cantos y los que componen discursos y narraciones en las variantes modernas del nahuatl. La antigua lengua que se ha hablado en México desde muchos siglos antes del encuentro con los hombres de Castilla, lejos de haber desaparecido, continúa siendo portadora de mensajes entre más de un millón y medio de descendientes de los antiguos mexicanos. Su preservación y cultivo constituyen raíz de identidad23.